martes, 17 de julio de 2012

miércoles, 4 de julio de 2012

SPAs & Centros de Bienestar

"Estrés y frenesí son dos elementos característicos de nuestra cotidianeidad y nuestras ciudades son lugares en los que es muy difícil encontrar espacios y momentos para el cuidado del cuerpo y el espíritu. El tráfico, el ruido y el caos generalizado condiciona e invade nuestras vidas. En nuestra vida diaria apresurada y distraida, hay pequeños placeres a los que no les damos la debida importancia, y que se pierden para siempre porque no los consideramos prioritarios. Nuestras sociedades han tomado un cambio en el que se ha comprimido y alterado de forma progresiva el uso de nuestros cinco sentidos. Sin darse cuenta, el ser humano a empezado a sacrificar estos placeres, a limitar los campos de su conocimiento, a cercenar su sensibilidad natural para hacer frente al estrés y malestar que padece. Así el equilibrio natural con el ambiente que le rodea ha ido desapareciendo poco a poco, y se ha encerrado en espacios artificiales que han provocado hibridaciones y alteraciones del contenido. Nuestro sistema vital necesita volver a apropiarse del mundo de los sentidos, de vivir la experiencia consciente que, junto a la percepción de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu, se convierte en algo fundamental para reencontrarse a uno mismo, para escucharse, para alejar el vacío existencial y trascender.


Los centros de bienestar son los lugares ideales para evadirse del frenético ritmo diario y encarnan el deseo natural del urbanita de olvidar el malestar que caracteriza este rápido devenir cotidiano. las estructuras creadas para abordar la necesidad de relajarse y encontrar tiempo para uno mismo son, a menudo, poco promocionadas desde un punto de vista comunicativo. Son apéndices secundarios de gimnasios, de hoteles o de centros estéticos y se convierten en lugares de bienestar consumido con prisas, incapaces de interrumpir el acelerado ritmo de la vida.


Los grandes complejos termales de la antigua tradición griega y romana parecen formar parte de la memoria histórica. Hipócrates animaba a utilizar las termas y en su tratado Uso De Los Líquidos, glosaba las virtudes de las aguas termales como verdaderas fuentes de energía y bienestar. Los romanos las exaltaron como método de curación y relajación mediante la construcción de las monumentales thermae públicas. De ser lugares curativos, los centros termales pasaron a transformarse en espacios de ocio y de vida mundana, dotados de unas características propias, reconocidos en todo el mundo como estaciones y ciudades termales.


Hoy en día, la demanda de bienestar proviene de las más variadas tipologías sociales. No sólo los jóvenes o los profesionales liberales de clases acomodadas reclaman este tipo de servicios, sino también personas de mediana edad y familias de renta media que intentan hacer del otium et serenitas una filosofía de vida. 


La palabra "bienestar" se está convirtiendo en un verdadero fenómeno metropolitano: centros termales y estéticos, beauty farms y gimnasios se crean y modifican sus estructuras para ofrecer al visitante una completa experiencia de bienestar. Se tiende a ofrecer sensaciones más o menos reales, de otros lugares geográficos - oasis de paz y belleza -, mediante las cuales se puedan descubrir nuevas emociones, enlazando a la vez con una profunda interioridad.


Pensar en los centros de bienestar de hace unos pocos lustros, es como pensar en un pasado remoto, inválido para las necesidades reales de nuestro tiempo.


Los nuevos centros parten del principio de que el hombre no es sólo un cuerpo, una máquina que deba mantenerse en funcionamiento, sino que es también un ente espiritualmente complejo y exigente que debe cuidarse en todas sus dimensiones. Los sentidos son el vehículo entre la experiencia física y la mental, entre lo visible y lo invisible, entre lo real y lo virtual, entre el mundo exterior y la percepción interior: estimularlos quiere decir ofrecer sensaciones intensas capaces de implicar al ser en toda su plenitud. El cuidado del equilibrio psicofísico, la relajación, la recuperación del contacto, ya sea con el propio ser o con la naturaleza, son las principales motivaciones que empujan al hombre a visitar estos lugares, siempre más incidentes en las experiencias visuales y las percepciones metafísicas y surrealistas.


La sensación de estar bien con uno mismo ha sufrido en los últimos veinte años unas transformaciones significativas: el hedonismo de los ochenta - el aerobic y los excesivos cuidados del cuerpo -, han dado paso a una nueva tendencia en la que el bienestar no es exclusivamente físico, y se han adoptado una serie de estrategias encaminadas a potenciar la armonía física y mental. La atención se centra en los cuidados globales del cuerpo y se asiste al desarrollo de un conjunto de técnicas alternativas a la gimnasia tradicional: del yoga a los estiramientos, de la meditación a la denominada "gimnasia inteligente", donde el cuerpo se convierte en fuente de placer, ya no es sólo físico, sino psicofísico. Los nuevos espacios lúdico-terapeúticos hallan las bases de sus programas en las antiguas prácticas orientales, chinas y japonesas. Cuerpo y mente, mente y cuerpo: es la nueva propuesta de una relajación íntima donde la mente, o mejor, el poder de la mente, ocupa un gran espacio. Un espacio que buscamos incluso en los lugares que consideramos que deben satisfacer no sólo al efímero aspecto estético, sino al ser en todas sus facetas.


Los baños turcos eran también el lugar escogido por las mujeres y los hombres árabes para recrear sus rituales higiénicos, estéticos, terapéuticos, pero sobre todo sociales. El ritual del hammam, la belleza, el bienestar, los cuidados del cuerpo y la relajación de la mente se entremezclan, se complementan, se subliman. También los baños realizados en los países occidentales intentan recrear este ambiente, en el que el aislamiento que sufrimos del mundo exterior se ve atenuado gracias a las relaciones sociales de un baño de grupo o de un té. Parafraseando a Sahrazad, que en las mil y una noches decía que "una ciudad no está completa si no posee baño turco", podríamos decir que una metrópolis actual no está completa si no posee un escenario de bienestar global, construido a través de infinitas contaminaciones culturales, metodológicas, semióticas y conceptuales. Hoy en día quien se acerca a estos lugares idílicos suspendidos entre el sueño y la realidad, desea vivir experiencias interactivas donde se integren referencias de juego y de tratamiento relacionados con distintas realidades culturales entremezcladas entre sí: la medicina tradicional de la India - ayuevédica - y los chorros de bálsamos calientes sobre técnicas chinas del Qi Gong. Los actuales centros de bienestar de las grandes ciudades hallan en la cultura oriental un terreno abonado, que nos enseña que cada molestia o percance físico no es más que el reflejo de una falta de equilibrio global entre cuerpo y mente.


Bienestar significa permitir que la mente perciba cada latido del propio cuerpo, cualquier pequeña variación exterior, cualquier reacción de la propia piel; significa abandonarse totalmente al ambiente y a la emotividad sin miedos ni prejuicios, afrontar la desnudez del propio cuerpo y de la propia alma para retomar la conciencia de lo que somos, dejando a un lado cualquier barrera racional para oxigenar la mente y alejar el estrés, para regenerarse, para recuperarse a uno mismo en un mundo que corre y que contamina. Sólo un lugar rigurosamente cuidado desde el punto de vista semiótico puede conducir a este estado de libertad global y de belleza.


Por ello, los centros de bienestar de nuestro tiempo deberán ser cada vez más hipersensoriales, capaces de sorprender y de implicar, de acariciar y de mimar al cuerpo y al espíritu, en un completo abandono al propio sentir físico, para reencontrar en este contexto, fuera del espacio y del tiempo, el ritmo ancestral del ser puro e incontaminado"

SPAs & Centros de Bienestar, Simone Michelli, Ed . Gustavo Gili, año 2005